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"Siempre es más valioso tener el respeto que la admiración ( Jean Jacques Rousseau )"




El derecho a la vida
Enviado por: Oscar Gómez Terrazas 15/04/2014

“Hay de los que llaman bien al mal y mal al bien, de los que cambian las tinieblas en luz y la luz en tinieblas” (Is. 5, 20)

            Durante muchos siglos, las personas han luchado y por tal causa han muerto, por la defensa de unos derechos primarios, llamados después de “primera generación”, en relación a la defensa de la vida, la libertad y la seguridad. Pero en relación a la defensa por la vida en la actualidad, hay que plantearse de que tipo de vida hablan los diferentes colectivos de particulares, así como los legisladores de los diferentes países y que se plantean en defender. Cual es el bien común que defienden.

En su momento Santo Tomas definió un concepto sobre lo que significaba la ley que paso a exponer. Para él, la ley era: “la ordenación de la razón dirigida al bien común realizada por el que está el frente de la comunidad”.  Según esto puede afirmarse que el fin último de todo ordenamiento jurídico estatal está en la consecución del bien común social. A esto debe acomodarse también incluso en los casos de conflicto con el bien individual que cederá ante el bien común, debiendo quedar siempre a salvo el respeto a los derechos fundamentales de la persona fundados en el derecho divino natural.

En la Iglesia, sin embargo, su fin último no es ni puede ser el “bien común” de lo que podría llamarse “sociedad eclesiástica”, sino la salus animarum, la salvación de las almas, la salvación de cada alma. Para el derecho canónico está claro que no hay “injusticia” en tratar “desigual” a los “desiguales”, porque cada uno en concreto, para alcanzar su fin personal, necesita o puede necesitar un tratamiento distinto. Cada persona tiene una necesidad concreta y todos están necesitados de salvación, creyente y no creyente, porque Cristo, vino a salvar a todos. Podríamos poner como ejemplo el Buen Pastor citado en los Evangelios de Lucas 15, 4-7 y Mateo 18. 12-14: “… no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños.”

Por esto no es de extrañar que obispos, sacerdotes, diáconos, laicos o el resto de personas consagradas, tiendan la mano a todos, creyentes o no, para poder conseguir esa salvación de cada alma en concreto, a sabiendas no obstante, que la salvación depende también de la libertad de cada uno, y que después de este tender la mano, fueran objeto de burla, criticados o menospreciados por este u otros hechos semejantes.

            Cuando Monseñor Reig Pla, hablo de la  defensa de la vida del no nacido, en las pasadas semanas ¿que hizo?. Simplemente hacer remover conciencias de los que optan por matar al concebido y aun no nacido. Hoy sin embargo la percepción de su gravedad se ha ido debilitando progresivamente en la conciencia de muchos. La aceptación del aborto es señal evidente de una peligrosísima crisis moral que es cada vez más incapaz de distinguir entre el bien y el mal. Se intenta ocultar la verdadera naturaleza y atenuar la gravedad de la opinión pública con frases como: “interrupción del embarazo”.

            El Obispo tendió y tiende la mano para conseguir el fin último de la Iglesia, que como antes decía, es la salvación de las almas. La responsabilidad en este respeto a la vida del no nacido implica a muchos: legisladores, médicos o quienes tienen directa o indirectamente han conseguido que la madre aborte. Entre todos los delitos que el hombre puede cometer contra la vida, el aborto procurado lo hace particularmente grave e ignominioso. El Concilio Vaticano II, lo define junto al infanticidio como “crímenes nefandos”.

            Pues bien, el aborto procurado es la eliminación deliberada y directa, como quiera que se realice, de un ser humano en fase inicial de su existencia, que va desde la concepción al nacimiento. Quien se elimina es un ser humano que empieza a vivir, es decir lo más inconsciente y absoluto que se pueda imaginar. Es débil, inerme, hasta el punto de estar privado incluso de aquella mínima forma de defensa que constituye la fuerza implorante de los gemidos y del llanto del recién nacido. Se halla totalmente confiado al cuidado de la mujer que lo lleva en su seno.

            Juan Pablo II en la carta a las familias dice: “nos encontramos ante una enorme amenaza contra la vida,  estamos ante una estructura de pecado contra la vida humana aun no nacida”.

            En muchas ocasiones me planteo, los que ahora están en contra de la vida concebida y no nacida, si hubieran tomado esa opción sus padres, ellos no hubieran existido. Entonces porque esta continua incidencia en matar a la vida que lleva la madre en su seno.

            Mirad, cuando en una familia se ha sufrido y sigue sufriendo con la perdida de un concebido y que no llegó a nacer por causas ajenas a un aborto provocado o a la intención de la madre para que la concepción no se produzca,  no se borra jamás de la mente y en el corazón, aun ha sabiendas de que en nada tubo que ver la mano del hombre. Nosotros tendríamos un hijo más. Tendría ahora unos 24 años. No supimos si era varón o hembra, porque la naturaleza paró su desarrollo y se deformó el feto. Lo que si sabemos es el dolor que representa para unos padres este hecho y el dolor de conocer la noticia de otros padres que optan por la decisión de eliminar una nueva vida.

            Cada hijo es un don, el don más excelente que podemos tener como padres. Es la confianza que Dios pone en nosotros para continuar la indicación de Dios al principio de la creación: “Creced y multiplicaos”, que indica el complemento creado por Dios, que reciben el mutuo perfeccionamiento individual en la pareja.

            Termino como empecé con un pasaje bíblico, en este caso del Profeta Jeremías:

"Antes de salir del seno materno te consagré y te nombré profeta", "Antes de formarte en el vientre te escogí".

                                                                                                          Oscar Gómez Terrazas

 

(En el texto hay notas de las Licenciaturas de  Derecho Canónico y de Ciencias Religiosas)

 



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